De Roma a los Visigodos
La conquista romana de Hispania fue un proceso largo y complejo. Comenzó durante las Guerras Púnicas (218 a.C.) y no finalizó hasta casi dos siglos después con las guerras cántabro-astures bajo el emperador Augusto. Roma transformó completamente la Península mediante la romanización: impuso su idioma, leyes, religión, economía y urbanismo.
Monumentos como el acueducto de Segovia o el teatro de Mérida nos muestran la grandeza de esta civilización. El legado romano fue tan profundo que sigue siendo visible en nuestra lengua, derecho y organización territorial.
💡 La romanización fue tan efectiva que el latín evolucionó hasta convertirse en las lenguas romances que hablamos hoy, como el castellano, el catalán o el gallego.
Con la caída del Imperio Romano, los visigodos entraron en escena. Tras expulsar a otros pueblos bárbaros, fundaron el Reino de Toledo. Figuras clave como Leovigildo (unificación territorial), Recaredo (unificación religiosa) y Recesvinto (unificación jurídica) sentaron las bases de un reino que duró hasta el 711.
El sistema político visigodo era peculiar: aunque el rey concentraba el poder, gobernaba con el apoyo del Officium Palatinum (que incluía el Aula Regia y los Concilios). San Isidoro de Sevilla formuló la teoría del origen divino del poder real, justificando así la monarquía. Sin embargo, las constantes luchas internas entre nobleza y corona debilitaron el reino, facilitando la posterior conquista musulmana.