Demografía y Economía: Un Crecimiento Limitado
El siglo XVIII fue de crecimiento demográfico, pero España mantuvo las características del ciclo demográfico antiguo: altas tasas de natalidad y mortalidad. La población creció gracias a la desaparición de la peste y mejoras sanitarias parciales.
Sin embargo, la crisis de finales del XVIII frenó este crecimiento. Las guerras contra Francia e Inglaterra, subida de impuestos, malas cosechas y epidemias provocaron hambrunas que estancaron la demografía.
La agricultura seguía siendo el sector dominante, pero con un atraso técnico considerable. Predominaba el secano, se utilizaban aperos antiguos y técnicas rudimentarias. Los cereales dominaban, seguidos de vid y olivar, en una agricultura básicamente de autoconsumo.
El problema fundamental era la estructura de la propiedad. La mayor parte de la tierra estaba amortizada (no se podía vender) en manos de nobleza e Iglesia. Esto impedía inversiones y mejoras, manteniendo a los campesinos en la pobreza.
Consecuencia clave: La pobreza rural impedía la formación de un mercado interno suficiente para impulsar la industrialización del país.
Industria y Comercio: Los Límites del Crecimiento
A pesar del atraso general, creció la producción manufacturera y la tendencia a concentrarla en fábricas. Cataluña fue la única región que desarrolló un foco de industrialización real con las fábricas de indianas (tejidos de algodón estampado).
Sin embargo, la industria catalana tenía una dependencia excesiva del mercado colonial: obtenía algodón de América y vendía allí la mayor parte de su producción. Esto la hacía muy vulnerable a las crisis del comercio atlántico.
El comercio interior tenía un peso muy reducido debido a la insuficiente red de caminos, mal conservados y que no correspondían con las necesidades de abastecimiento urbano. Las ciudades seguían siendo pequeñas y con poca demanda manufacturera.
El comercio exterior era mucho más importante. Se exportaban productos coloniales a Europa y se importaban manufacturas. Estaba controlado por una burguesía mercantil débil pero que constituía el único grupo con capitales importantes, aunque insuficientes para impulsar una banca desarrollada.