La Unión Liberal y la crisis final del sistema (1858-1868)
El gobierno largo de O'Donnell (1858-1863) representa el momento de mayor estabilidad política y prosperidad económica del reinado isabelino. La Unión Liberal practica un centrismo político que evita los extremismos de moderados y progresistas puros.
Para desviar la atención de los problemas internos, O'Donnell desarrolla una política exterior agresiva. La guerra de África (1859-1860) despierta un gran fervor patriótico. Los triunfos de Tetuán y Castillejos convierten en héroe al general Juan Prim, mientras España obtiene el territorio de Ifni y amplia Ceuta tras la paz de Wad-Ras.
Sin embargo, la Unión Liberal carece de un programa político sólido. Las constantes injerencias de Isabel II en el gobierno y la oposición de progresistas y demócratas llevan a la dimisión de O'Donnell en 1863.
La crisis del régimen isabelino (1863-1868) coincide con el retorno autoritario de Narváez y los moderados. El desprestigio de la reina crece constantemente: los escritos de Castelar critican duramente que no haya cedido su patrimonio personal para reducir la deuda pública.
Los disturbios de la noche de San Daniel (1865) y la sublevación del cuartel de San Gil (1866) demuestran el creciente descontento. La brutal represión - 66 fusilamientos y más de 1000 prisioneros - radicaliza aún más la oposición.
El Pacto de Ostende (1866) une a progresistas, demócratas, republicanos y unionistas con un objetivo común: derrocar a Isabel II. El pronunciamiento llega en septiembre de 1868: la Gloriosa triunfa en la batalla de Alcolea y la reina parte al exilio. "¡Viva España con honra!" resume el espíritu de esta revolución que abre el Sexenio Democrático.
Final de una época: La revolución de 1868 no solo derroca a Isabel II, sino que pone fin al primer intento de construir un sistema liberal estable en España.