El imperialismo: la expansión europea
A finales del siglo XIX, las potencias europeas se lanzaron a conquistar el mundo en una carrera imperialista sin precedentes. Las causas del imperialismo eran múltiples: necesidad de materias primas, nuevos mercados, prestigio nacional y la creencia en la "misión civilizadora" de la raza blanca.
El reparto de África fue el ejemplo más claro. En la Conferencia de Berlín (1884-1885), 15 países europeos se repartieron África como si fuera un pastel. Establecieron el principio de "ocupación efectiva": solo podías reclamar un territorio si lo ocupabas militarmente.
Gran Bretaña construyó el imperio más extenso, controlando desde la India hasta Egipto y desde Sudáfrica hasta Canadá. Francia dominó el norte y oeste de África, mientras que otras potencias como Alemania, Portugal, Bélgica y España se repartieron los territorios restantes.
Impacto mundial: Hacia 1900, solo Etiopía y Liberia permanecían independientes en África.
Los imperios extraeuropeos también participaron: Estados Unidos aplicó la Doctrina Monroe en América y tras vencer a España en 1898 obtuvo Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Japón, tras la revolución Meiji de 1868, se industrializó rápidamente y se expandió por China y Corea.
Las consecuencias del imperialismo fueron devastadoras para las colonias: explotación económica, fronteras artificiales, gobiernos autoritarios y exterminio de poblaciones locales.