Del Reino de los Francos al Imperio Carolingio
Imagínate ser tan poderoso que incluso el papa quiera coronarte emperador. Eso le pasó exactamente a Carlomagno, pero su historia empezó mucho antes con unos funcionarios muy listos.
Los reyes francos se habían vuelto súper débiles y dejaron que los mayordomos de palacio (básicamente sus jefes de personal) manejaran todo el reino. Carlos Martel fue el primero en demostrar su poder cuando derrotó a los musulmanes en la batalla de Poitiers en 732. Su hijo Pepino el Breve fue aún más atrevido: directamente destronó al último rey franco y se coronó a sí mismo.
Cuando Carlomagno llegó al poder en 768, no se conformó con ser rey de los francos. Conquistó a los sajones, se apoderó del reino lombardo en Italia y expandió sus territorios por toda Europa. Su estrategia era genial: se presentó como el defensor de la cristiandad, lo que le dio tanto poder que el papa lo coronó emperador de Occidente en el año 800.
¡Dato curioso! El nombre "Carlomagno" significa literalmente "Carlos el Grande" - ¡y vaya si se lo merecía!
La organización de este imperio era como un sistema perfectamente engranado. Carlomagno estableció su capital en Aquisgrán y dividió todo en condados (territorios alrededor de ciudades) y marcas (zonas fronterizas súper importantes). Los condes y marqueses controlaban estos territorios, pero aquí viene lo inteligente: los missi dominici eran como espías del emperador que vigilaban que nadie se pasara de listo.
Además de ser un genio militar y político, Carlomagno se preocupó por la cultura. Creó escuelas en los monasterios para combatir el analfabetismo y promovió un verdadero renacimiento cultural con avances en literatura, arte y derecho.