Los lípidos son biomoléculas fundamentales para el funcionamiento de los organismos vivos, con diversas funciones esenciales.
La composición química de lípidos saponificables e insaponificables determina sus propiedades y funciones específicas. Los lípidos saponificables contienen ácidos grasos en su estructura y pueden formar jabones mediante el proceso de saponificación, mientras que los insaponificables carecen de ácidos grasos y no pueden transformarse en jabones. Esta distinción es crucial para entender su comportamiento en los sistemas biológicos.
La importancia de los lípidos en la estructura de membranas celulares es fundamental, ya que forman una barrera selectivamente permeable que regula el paso de sustancias entre el interior y exterior de la célula. Los fosfolípidos, con su naturaleza anfipática, se organizan en bicapas que constituyen la base estructural de las membranas celulares. Las funciones energéticas y estructurales de los ácidos grasos son diversas: actúan como reserva energética almacenándose en forma de triglicéridos, proporcionan aislamiento térmico y protección mecánica a los órganos, y participan en procesos de señalización celular. Los ácidos grasos esenciales, que el organismo no puede sintetizar, deben obtenerse a través de la dieta para mantener funciones vitales como el desarrollo del sistema nervioso y la producción de hormonas.
Los lípidos también desempeñan roles cruciales en el metabolismo hormonal, la absorción de vitaminas liposolubles (A, D, E, K) y la regulación de la temperatura corporal. Su capacidad para almacenar energía de forma eficiente, proporcionando 9 kilocalorías por gramo, los convierte en la principal reserva energética del organismo. Además, participan en procesos inflamatorios, la coagulación sanguínea y el mantenimiento de la salud cardiovascular.