Poesía narrativa: juglaría y clerecía
La poesía no solo servía para el amor; también contaba historias épicas y enseñaba valores cristianos. Aquí tenemos dos mesteres (oficios) muy diferentes: el mester de juglaría (juglaríamos difundían hazañas de caballeros) y el mester de clerecía (clérigos enseñaban religión).
El Cantar de Mío Cid es nuestra primera gran obra conservada. Se divide en tres cantares: el destierro injusto del Cid, sus bodas victoriosas tras conquistar Valencia, y la afrenta de Corpes donde recupera el honor familiar. No confundas al Cid histórico con el literario: este último es un héroe humanizado, valiente pero también buen padre y esposo.
Su estilo es perfecto para la recitación oral: versos irregulares, epítetos épicos ("el que en buena hora nació"), realismo en las descripciones y una sintaxis sencilla que emociona al público.
El mester de clerecía usa la cuaderna vía (versos de 14 sílabas) y temática religiosa. Gonzalo de Berceo destaca con sus Milagros de Nuestra Señora, donde la Virgen salva a pecadores con historias llenas de humor y realismo.
Recuerda: Berceo es nuestro primer autor conocido por su nombre, rompiendo la tradición anónima medieval.