Pío Baroja: el médico que se hizo panadero y acabó escritor
Baroja nació en San Sebastián en 1872, estudió medicina pero acabó regentando una panadería de su tía en Madrid. Pronto la dejó para dedicarse completamente a la literatura. Era solitario, sensible y tímido, y esto se refleja en sus personajes desvalidos y marginados.
Para él, la novela era un género libre donde cabía absolutamente todo. Defendía la espontaneidad y la observación como claves de la técnica narrativa. Sus historias giran en torno a un protagonista central, con una estructura sencilla que compensa con diálogos y descripciones brillantes.
Su estilo es directo: frases breves, claras y precisas. Los personajes suelen fracasar, reflejando la propia angustia vital del autor. Los personajes femeninos nunca son el centro, solo acompañan al protagonista masculino.
💡 Obras imprescindibles: Sus trilogías son geniales, especialmente "La lucha por la vida" (con "La busca"), "Tierra vasca" (con "Zalacaín el aventurero") y "La raza" (con "El árbol de la ciencia").
Azorín: el maestro de las sensaciones
José Martínez Ruiz (Azorín) evolucionó del anarquismo al conservadurismo, pero siempre obsesionado con el tiempo y la fugacidad de la vida. Vive para evocar, con una tristeza melancólica que intenta fijar en el recuerdo las cosas que pasan.
Borra las fronteras entre ensayo y novela. Sus descripciones son detallísimas, con frases escuetas y estilo sobrio. Tiene una técnica única para anular el movimiento y el tiempo, creando atmósferas casi fotográficas.
Sus cuatro etapas van desde lo autobiográfico hasta el vanguardismo. En teatro intentó liberar el español del provincialismo para elevarlo al nivel europeo, aunque sin mucho éxito popular.