La Caída del Águila: De Rusia a Waterloo
El principio del fin llegó con la invasión de Rusia en 1812. Napoleón reunió la Grande Armée, un ejército de 610,000 hombres procedentes de toda Europa. Parecía invencible, pero los rusos aplicaron la estrategia de "tierra quemada": retrocedían destruyendo todo lo que pudiera servir a los franceses.
Tras la sangrienta batalla de Borodinó, Napoleón ocupó Moscú, pero la encontró vacía e incendiada. El invierno ruso de 1812 se convirtió en una pesadilla: el frío, el hambre y los ataques constantes destruyeron su ejército. De los 610,000 hombres que entraron en Rusia, apenas 30,000 regresaron en condiciones de luchar.
Esta catástrofe animó a todos los enemigos de Francia. En 1813, Prusia, Austria, Rusia y Gran Bretaña formaron una nueva coalición. Después de la derrota en Leipzig ("Batalla de las Naciones"), los aliados invadieron Francia. En abril de 1814, Napoleón abdicó y fue exiliado a la isla de Elba.
Pero la historia no había terminado. En marzo de 1815, Napoleón escapó de Elba y regresó a Francia durante los famosos "Cien Días". Sin embargo, su último intento de recuperar el poder terminó en la decisiva batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815. Esta vez fue desterrado a la remota isla de Santa Elena, donde murió en 1821.
Legado imborrable: Aunque Napoleón perdió, sus reformas cambiaron Europa para siempre. El Código Civil, la abolición del feudalismo y las ideas de igualdad legal se extendieron por todo el continente, sentando las bases del liberalismo del siglo XIX.