La Constitución americana: un modelo revolucionario
El 4 de julio de 1776 los americanos aprobaron su Declaración de Independencia, un documento lleno de ideas ilustradas que sigue siendo famoso hoy en día.
Pero lo realmente innovador llegó en 1787 con su Constitución, que aún está vigente. ¿Qué tenía de especial? Tres cosas fundamentales: la división de poderes (legislativo en el Congreso, ejecutivo en el presidente, judicial en el Tribunal Supremo), la organización federal del Estado, y la democracia representativa.
El sistema americano era revolucionario porque el presidente se elegía cada cuatro años por sufragio universal (eso sí, solo hombres blancos podían votar). Cada estado tenía autonomía pero compartían moneda, idioma, ejército y política exterior.
¡Importante para el examen! Este modelo político americano se convirtió en el ejemplo que siguieron las revoluciones europeas.
La Revolución Francesa: el fin del Antiguo Régimen
La Revolución Francesa es tan importante que marca el inicio de la Edad Contemporánea. Todo empezó con una crisis económica brutal que vivió Luis XVI en los años 80.
Durante la fase prerrevolucionaria (1787-1788), Francia estaba arruinada. Los gastos militares y de la corte eran enormes, pero los nobles y el clero no pagaban impuestos. La única solución era crear un impuesto sobre la tierra que pagaran todos, pero eso solo podían aprobarlo los Estados Generales.
El problema es que los Estados Generales no se reunían desde 1614. Cuando finalmente se convocaron para mayo de 1789, Francia sufría una crisis terrible: las malas cosechas habían triplicado el precio del pan, y la gente se moría de hambre.
Los cahiers de doléances (cuadernos de quejas) mostraron claramente las diferencias: nobles y clero defendían sus privilegios, mientras el Tercer Estado exigía libertad e igualdad civil.