La Ilustración y el despotismo ilustrado en España
La Ilustración española se enfrentó a importantes obstáculos, principalmente la resistencia de autoridades eclesiásticas como la Inquisición. Se introdujo primero en ciudades portuarias como Cádiz, Barcelona o Valencia, favorecidas por su actividad comercial. Las Sociedades Económicas de Amigos del País y publicaciones como el Diario de Madrid fueron fundamentales para difundir las nuevas ideas.
Los ilustrados españoles como Benito Feijoo, Campomanes, Floridablanca y Jovellanos criticaron los privilegios nobiliarios y defendieron la igualdad y la educación. Josefina Amar y Borbón destacó por sus ideas sobre la educación femenina. En el campo científico, figuras como Antonio de Ulloa y Jorge Juan realizaron importantes contribuciones en áreas como biología y exploración, modernizando el conocimiento científico español.
El despotismo ilustrado alcanzó su máximo exponente con Carlos III (1759-1788), quien intentó modernizar España sin comprometer su poder absoluto. Su llegada al trono provocó resistencias que culminaron en el Motín de Esquilache, una revuelta popular contra las medidas de orden público. Aunque inicialmente cedió a las presiones, pronto retomó sus reformas rodeándose de ministros ilustrados españoles.
Las reformas de Carlos III abarcaron múltiples ámbitos: en educación, modernizó universidades, creó escuelas de artes y oficios y fundó academias; en política religiosa, expulsó a los jesuitas en 1767 y aumentó el control estatal sobre la Iglesia; económicamente, liberalizó el comercio de grano, recortó privilegios gremiales y promovió el libre comercio con las colonias. También desarrolló proyectos de repoblación en Andalucía para aumentar las tierras cultivadas, especialmente entre Madrid y Sevilla.
💡 Carlos III representa perfectamente el lema del despotismo ilustrado: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Aplicó reformas progresistas desde un poder absoluto, sin dar participación política a los ciudadanos.