La agricultura en la Edad Media experimentó importantes transformaciones que revolucionaron la producción de alimentos y el desarrollo social europeo. Durante los siglos XI y XII, se introdujo el sistema de rotación trienal, que permitió un aprovechamiento más eficiente de la tierra al dividirla en tres partes: una para cereales de invierno, otra para cereales de primavera y una tercera en barbecho. Esta innovación, junto con nuevas herramientas como el arado pesado y el yugo, mejoró la agricultura en los siglos 11 y 12 de manera significativa.
Las características de la Baja Edad Media incluyeron avances tecnológicos fundamentales que transformaron la vida cotidiana. Entre los principales inventos de la Edad Media destacan los molinos de viento y agua, que revolucionaron la molienda de cereales y otras actividades productivas. La mejora en las técnicas agrícolas llevó a un aumento significativo en la producción de alimentos, lo que permitió sostener una población creciente y el desarrollo de las ciudades. El sistema de rotación trienal con barbecho representó una ventaja considerable frente a la rotación bienal, ya que permitía cultivar dos tercios de la tierra en lugar de solo la mitad, aumentando así la producción agrícola.
Durante este período, también se produjeron importantes cambios en la organización social y militar. Los reyes establecieron una diplomacia permanente para mantener relaciones entre reinos, y las antiguas tropas feudales fueron gradualmente sustituidas por ejércitos profesionales. La agricultura se convirtió en el motor económico de la sociedad medieval, y la implementación de la rotación continua en la agricultura permitió maximizar el uso de la tierra. Estos avances tecnológicos y organizativos sentaron las bases para el desarrollo posterior de la agricultura europea y la transición hacia la Edad Moderna.