La Restauración y el Congreso de Viena
Después de la derrota definitiva de Napoleón en Waterloo (1815), las potencias europeas se reunieron en el Congreso de Viena (1814-1815) para reorganizar Europa. El organizador fue el canciller austriaco Metternich, quien defendía intervenir rápidamente donde surgieran revoluciones.
Los principios de la Restauración eran claros: devolver el trono a los monarcas legítimos (Luis XVIII a Francia, Fernando VII a España), crear la Santa Alianza para protegerse mutuamente, unir trono y altar, y restablecer el absolutismo como forma natural de gobierno.
Sin embargo, dos doctrinas revolucionarias se opusieron al sistema. El liberalismo buscaba acabar con el absolutismo mediante constituciones y parlamentos, aunque limitaba el voto a propietarios (sufragio censitario). El nacionalismo exigía la libertad de las naciones, unas veces para unirse y otras para liberarse de dominadores extranjeros.
El nuevo mapa de Europa no restauró las fronteras pre-napoleónicas. Francia volvió a sus límites de 1789, las potencias continentales ganaron territorio sin que ninguna destacara demasiado, y Gran Bretaña consiguió su objetivo: un equilibrio continental que no amenazara su dominio marítimo.
Dato importante: La Santa Alianza no era solo una alianza militar, sino un pacto ideológico para defender los valores cristianos y monárquicos contra las ideas revolucionarias.