Napoleón y el Imperio
En 1799, un joven general llamado Napoleón Bonaparte dio un golpe de estado (el golpe de Brumario) y se hizo con el poder, poniendo fin a la revolución. Primero fue cónsul y luego se coronó emperador en 1804.
Napoleón se consideraba heredero de la revolución, pero a su manera. Creó el Código Civil que garantizaba igualdad ante la ley y derechos de propiedad, reorganizó la administración con los prefectos y estableció la educación pública con los liceos.
Su Imperio llegó a dominar casi toda Europa entre 1804 y 1815. En los territorios conquistados eliminaba el absolutismo pero imponía su propio sistema. Esto despertó el nacionalismo en los pueblos ocupados.
La aventura napoleónica terminó mal: primero fracasó en España, luego en Rusia (1812), y finalmente fue derrotado definitivamente en Waterloo (1815). Murió exiliado en la isla de Santa Elena en 1821.
Después de Napoleón, las potencias europeas se reunieron en el Congreso de Viena para intentar volver al pasado y frenar las ideas liberales, pero ya era imposible parar lo que había comenzado.
¡Curiosidad! Napoleón midió solo 1,68 metros, pero su impacto en la historia fue gigantesco.