La Europa Napoleónica
Imagínate que un militar brillante decide que puede gobernar mejor que cualquier gobierno democrático. Eso es exactamente lo que hizo Napoleón Bonaparte cuando estableció el Consulado en 1799, convirtiéndose en primer cónsul y luego en cónsul vitalicio en 1802.
Para modernizar Francia, Napoleón creó el Código Civil que simplificó todas las leyes, fundó el Banco de Francia y firmó el Concordato con la Santa Sede. Estas reformas transformaron completamente el sistema francés y se convirtieron en modelo para otros países.
En 1804, Napoleón se proclamó emperador e inició una política expansionista brutal. Aunque fue derrotado por los británicos en Trafalgar (1805), venció a los austriacos en Austerlitz y a los prusianos en Jena. Su Bloqueo Continental pretendía aislar económicamente a Gran Bretaña, pero Portugal se negó a participar.
💡 Dato clave: La invasión de Portugal en 1808 desencadenó la Guerra de la Independencia española, que debilitó gravemente el imperio napoleónico.
El final llegó rápido: fracaso en Rusia (1812), derrota en Leipzig (1813), exilio en Elba (1814), regreso y derrota definitiva en Waterloo (1815). Napoleón terminó sus días prisionero en la isla de Santa Elena.
La Restauración
Después de décadas de guerra y revolución, las monarquías europeas querían desesperadamente volver al pasado. La Restauración se basaba en tres principios: el legitimismo (los monarcas del Antiguo Régimen recuperan el poder), la responsabilidad internacional (ayudar a cualquier monarquía amenazada) y el sistema de congresos.
El Congreso de Viena (1814-1815) rediseñó completamente el mapa de Europa. Francia volvió a sus fronteras pre-revolucionarias, se crearon estados-tapón como Holanda-Bélgica para contener futuras expansiones francesas, y las grandes potencias se repartieron territorios de forma equilibrada.
💡 Recuerda: El Congreso de Viena no solo redibujó fronteras, sino que estableció un nuevo sistema de equilibrio de poder que dominaría Europa durante décadas.