Libertad y el Problema del Mal
El pensamiento de Agustín sobre la libertad tiene un fuerte componente teológico. Para él, el origen del mal no está en un dios malvado, sino en la libertad humana, pues Dios es bueno y perfecto.
Ideas principales:
- El origen del bien no está en la libertad humana
- El ser humano necesita la gracia de Dios para actuar correctamente
- El ser humano es libre porque puede decidir y seguir su voluntad
Concepto fundamental: Para Agustín, el ser humano, al ser creado por Dios, debe tener una tendencia hacia Él. Esto significa que debe inclinarse hacia el bien, y ese bien es Dios. Por ello, cuando sirve a Dios, es libre y alcanza la felicidad, pero cuando se aleja de Él, se convierte en esclavo.
El ser humano caído en el pecado perdió su libertad, y para recuperarla necesita la gracia divina. Gracias a ella, recupera la libertad perdida por el pecado.
Respecto al problema del mal en un mundo creado por un Dios bueno, Agustín explica que todo lo que Dios crea es verdadero y bueno, por lo que los males son bienes, aunque no absolutamente buenos.
Filosofía de la Historia: La Ciudad Terrena y la Ciudad de Dios
La filosofía de la historia en la cultura occidental comenzó con Agustín. Frente a la visión cíclica griega, Agustín desarrolló el concepto de historia lineal, es decir, que la historia tiene un principio y un final, y cada acontecimiento tiene su razón en el proceso histórico.
Agustín escribió "La Ciudad de Dios" para refutar las acusaciones de los paganos, quienes culpaban a los cristianos por la caída del Imperio Romano. Agustín argumenta que:
- La caída del Imperio Romano no es el fin del mundo, sino que este imperio ha comenzado y terminado
- La responsabilidad recae en los romanos por no mirar hacia la Ciudad de Dios y no ser cristianos
- Existe una lucha entre dos ciudades:
- La ciudad terrena: cuyos habitantes se aman a sí mismos más que a Dios, rechazan a Dios y tienen como objetivo las cosas mundanas
- La Ciudad de Dios: cuyos habitantes aman a Dios por encima de todo, incluso despreciándose a sí mismos, son ciudadanos celestiales y utilizan los valores del mundo físico para llegar a Dios