El Mito de la caverna de Platón es una de las alegorías más importantes de la filosofía occidental que explica la diferencia entre la realidad y la percepción.
En esta historia, Platón describe a unos prisioneros encadenados desde su nacimiento en una caverna, quienes solo pueden ver sombras proyectadas en la pared por un fuego que arde detrás de ellos. Estas sombras representan el mundo sensible, es decir, la realidad que percibimos a través de nuestros sentidos, mientras que el exterior de la caverna simboliza el mundo inteligible o el mundo de las ideas verdaderas. Cuando uno de los prisioneros logra liberarse y sale de la caverna, descubre la verdadera realidad, representando así el camino del conocimiento desde la doxa (opinión o creencia) hacia la episteme (conocimiento verdadero).
Las ideas principales del mito de la caverna nos enseñan sobre la importancia de la educación y la búsqueda de la verdad. El mundo sensible y mundo inteligible según Platón están claramente diferenciados: el primero es imperfecto y cambiante, mientras que el segundo contiene las verdades eternas e inmutables. La transición de la doxa a la episteme representa el proceso de aprendizaje y liberación del ser humano de sus prejuicios y falsas creencias. El prisionero liberado simboliza al filósofo que, tras conocer la verdad, tiene la responsabilidad moral de volver a la caverna para ayudar a liberar a los demás, aunque estos inicialmente se resistan al cambio. Este mito sigue siendo relevante hoy en día, pues nos invita a cuestionar nuestras percepciones y buscar un conocimiento más profundo de la realidad.