La ilusión del yo y la sustancia
Hume ataca la idea de identidad personal argumentando que nadie tiene una impresión directa de su "yo". Lo que experimentamos realmente es un flujo constante de sensaciones, sentimientos y pensamientos, pero ninguna impresión permanente que podamos identificar como nuestro yo. La identidad personal es una construcción mental basada en la memoria, no una realidad percibida.
Igualmente, Hume critica la idea de sustancia. Cuando vemos una rosa, tenemos impresiones de colores, forma, olor y textura, pero no percibimos ningún "sustrato" o "cosa en sí" donde residan esas cualidades. La rosa no es más que el conjunto de impresiones que asociamos mentalmente. La existencia misma del mundo exterior resulta indemostrable.
Por extensión, la idea de Dios tampoco corresponde a ninguna impresión, por lo que es una construcción ficticia. No podemos probar su existencia ni siquiera como causa del mundo, ya que la causalidad misma es problemática. El límite de nuestro conocimiento son las impresiones, y más allá solo podemos tener creencias probables.
Esta crítica radical a la metafísica conduce al fenomenismo (solo conocemos lo que aparece inmediatamente) y al escepticismo (no podemos obtener conocimiento seguro de casi nada, solo probable). Hume no niega definitivamente la existencia de Dios, el yo o el mundo exterior, pero señala que no podemos justificar racionalmente su existencia.
💭 La próxima vez que digas "yo soy...", recuerda a Hume: ¿realmente percibes ese "yo" permanente, o simplemente experimentas pensamientos, sentimientos y sensaciones que fluyen constantemente? La identidad que asumimos como natural puede ser solo una ilusión útil.