Segunda Guerra Púnica: la venganza de Aníbal (218-202 a.C.)
Después de su derrota, Cartago estaba exhausta pero no vencida. Amílcar Barca ideó un plan brillante: conquistar Hispania para recuperar fuerzas. Tras su muerte, su cuñado Asdrúbal continuó la conquista y fundó Cartagena. En 226 a.C., el tratado del Ebro dividió España: norte para Roma, sur para Cartago.
Pero cuando Aníbal Barca tomó el mando y atacó Sagunto (aliada de Roma) en 219 a.C., la guerra era inevitable. Lo que siguió fue una de las campañas militares más audaces de la historia: Aníbal cruzó los Alpes con elefantes y un gran ejército, plantándose en territorio italiano.
La táctica de Aníbal y la respuesta romana
En Italia, Aníbal era imparable. Venció a los romanos en Tesino, Trevia, lago Trasimero y Cannas: cuatro victorias que pusieron a Roma contra las cuerdas. Mientras tanto, los romanos habían desembarcado en España por Ampurias en 218 a.C., estableciendo Tarraco como su capital.
Quinto Fabio Máximo cambió el rumbo de la guerra con una táctica inteligente: evitar el enfrentamiento directo con Aníbal en Italia y concentrarse en España. Publio Cornelio Escipión conquistó Cartagena y después Cádiz (206 a.C.), expulsando a los cartagineses de la Península. La guerra terminó en 202 a.C. cuando Escipión derrotó a Aníbal en la batalla de Zama, en África.
💡 Clave del éxito: Roma demostró su flexibilidad estratégica al cambiar de táctica cuando la situación lo requería, algo fundamental para cualquier líder.