La Revolución de 1868: El Final de una Época
Los últimos años del reinado de Isabel II muestran una monarquía completamente deslegitimada que sobrevive solo por inercia. Las crisis se acumulan hasta hacer inevitable el cambio.
O'Donnell crea la Unión Liberal e intenta estabilizar el sistema alternándose en el poder con Narváez. Sus gobiernos se caracterizan por mayor autonomía municipal, más libertad de prensa y un ambicioso programa de obras públicas centrado en el ferrocarril.
La política exterior busca prestigio internacional con expediciones a la Conchinchina, México y la campaña de Marruecos. Pero estos éxitos no pueden ocultar los problemas internos: corrupción, fraude electoral masivo y una crisis económica creciente.
Los escándalos financieros relacionados con las concesiones ferroviarias salpican directamente a la reina, destruyendo el poco prestigio que le quedaba a la monarquía. La oposición se organiza: el levantamiento de los sargentos de San Gil (1866) es brutalmente reprimido, pero marca el inicio del fin.
El Pacto de Ostende (1866): Demócratas, progresistas y después la Unión Liberal se alían para acabar con Isabel II y establecer un régimen democrático.
"La Gloriosa" (1868) comienza con el alzamiento del almirante Topete en Cádiz, seguido por Prim y Serrano. Las tropas isabelinas son derrotadas en Alcolea e Isabel II se exilia a Francia. Una Junta Revolucionaria toma el poder hasta formar gobierno provisional.
El protagonismo de los militares (Espartero, Narváez, O'Donnell, Serrano) durante todo el reinado refleja la debilidad del sistema parlamentario español, donde los partidos carecen de base social sólida.