Trabajadores y Nuevos Métodos de Producción
A finales del siglo XIX apareció el taylorismo, un método que dividía cada trabajo en pequeñas tareas cronometradas. Cada obrero hacía solo una parte del proceso, eliminando movimientos innecesarios y aumentando la productividad. Esto permitió fabricación en serie masiva con precios más bajos.
El éxito de estas grandes empresas eliminó a muchos competidores pequeños, creando diferentes tipos de concentración empresarial: carteles (empresas que se ponen de acuerdo en precios), trusts (fusión de varias empresas) y holdings (sociedades financieras que controlan múltiples empresas).
Pero no todo era progreso. Los trabajadores obreros o proletariado vivían en condiciones terribles: jornadas de 12-14 horas, fábricas insalubres, salarios miserables y ninguna protección legal. Las mujeres cobraban un 40% menos que los hombres, y muchos niños trabajaban en lugar de ir a la escuela.
Para sobrevivir, familias enteras tenían que trabajar. La falta de regulaciones permitía que los empresarios impusieran las condiciones que quisieran, creando una enorme desigualdad social que sería el origen de muchos conflictos futuros.
Realidad dura: Mientras los empresarios se enriquecían con la industrialización, los trabajadores vivían en condiciones que hoy consideraríamos inaceptables, trabajando desde niños hasta morir jóvenes por enfermedades y agotamiento.