La crisis del antiguo régimen siglo XVIII marcó un periodo de profundos cambios sociales y políticos en España y Europa. Durante esta época, las desigualdades de la sociedad estamental se hicieron cada vez más evidentes, creando tensiones entre los diferentes grupos sociales. La sociedad se dividía en tres estamentos principales: el clero, la nobleza y el pueblo llano, donde los dos primeros gozaban de privilegios especiales mientras que el tercero cargaba con la mayoría de los impuestos y obligaciones.
La monarquía absoluta y poder divino era el sistema político dominante, donde el rey concentraba todos los poderes del Estado y justificaba su autoridad como un derecho otorgado por Dios. Este sistema comenzó a ser cuestionado por las nuevas ideas de la Ilustración, que promovían la razón, el progreso y la igualdad entre las personas. Los ilustrados criticaban los privilegios de la nobleza y el clero, así como el poder absoluto del monarca, proponiendo reformas que modernizaran la sociedad y el Estado.
Las tensiones sociales y económicas se agravaron por varios factores: el crecimiento demográfico que aumentó la presión sobre los recursos, las malas cosechas que provocaron hambrunas, y el descontento del pueblo ante los privilegios de las clases altas. La burguesía, un grupo social en ascenso, comenzó a demandar más derechos y participación política, cuestionando el sistema estamental tradicional. Todo esto llevó a una crisis que culminaría con el fin del Antiguo Régimen y el inicio de una nueva era marcada por revoluciones políticas y sociales, especialmente la Revolución Francesa, que transformaría profundamente la sociedad europea.