La Crisis del Antiguo Régimen marcó un período crucial en la historia de España que culminó con profundos cambios políticos y sociales.
Durante el reinado de Carlos IV (1788-1808), España atravesó una época de gran inestabilidad política y económica. El monarca, influenciado significativamente por su primer ministro Manuel Godoy, mantuvo inicialmente una postura contraria a la Revolución Francesa, pero posteriormente estableció alianzas con Francia mediante el Tratado de San Ildefonso (1796). Esta decisión resultó en costosas guerras contra Inglaterra que deterioraron la economía española y el comercio con las colonias americanas. Las malas cosechas, epidemias y la crisis financiera agravaron el descontento popular.
La Guerra de la Independencia española (1808-1814) representó un punto de inflexión fundamental. El conflicto comenzó con la invasión napoleónica y la imposición de José Bonaparte como rey de España, desencadenando un levantamiento popular el 2 de mayo de 1808. Los contendientes de la Guerra de la Independencia fueron, por un lado, el ejército francés y los afrancesados, y por otro, las fuerzas españolas apoyadas por Inglaterra y Portugal. La resistencia española se organizó a través de juntas provinciales y la Junta Central Suprema, mientras que las guerrillas jugaron un papel crucial en el desgaste de las tropas francesas. La guerra concluyó con la victoria de los aliados y el regreso de Fernando VII al trono español, aunque las consecuencias fueron devastadoras: crisis económica, destrucción de infraestructuras y una profunda división social. Este período marcó el inicio del fin del Antiguo Régimen en España y sentó las bases para las transformaciones liberales del siglo XIX.