Los reinos germánicos: el nuevo mapa de Europa
Después de la caída romana, Europa se convirtió en un tablero de ajedrez lleno de reinos germánicos independientes que luchaban constantemente entre sí. Los visigodos controlaban el sur de Francia e Hispania, los suevos Galicia, los francos el norte de Francia, y así sucesivamente.
Lo interesante es que estos pueblos germánicos no destruyeron todo lo romano. Al contrario, adoptaron sus tradiciones, leyes, el cristianismo y el latín. Se convirtieron en la nueva élite dominante, pero respetando mucho de la cultura anterior.
El terror y la inseguridad hicieron que las ciudades se vaciaran y la gente huyera al campo buscando protección. El comercio prácticamente desapareció. Los monasterios se convirtieron en los únicos lugares donde se conservaba el conocimiento, y los reyes germánicos pedían consejo a clérigos y monjes.
En Hispania, los visigodos expulsaron a suevos y vándalos, establecieron su capital en Toledo y se unieron con los hispanorromanos bajo las mismas leyes y religión. Sin embargo, a principios del siglo VIII su debilidad permitió que los musulmanes los vencieran en la batalla de Guadalete (711).
¿Sabías que...? La cultura se convirtió en un lujo que solo podían permitirse los religiosos. Los monasterios eran como las universidades de la época.