Heráclito y Parménides: cambio frente a permanencia
La filosofía presocrática alcanza su punto culminante con dos pensadores que representan visiones completamente opuestas del universo: Heráclito, que ve el cambio como la esencia de la realidad, y Parménides, que niega la posibilidad del cambio.
Heráclito, nacido en Éfeso, observó que todo en el mundo está en constante movimiento. A él se atribuye la famosa frase "panta rei" (todo fluye) y "No te podrás bañar dos veces en el mismo río". Sin embargo, Heráclito no pensaba que estos cambios fueran caóticos. Bajo la superficie, existía una ley universal que los gobernaba: la lucha de contrarios.
Para Heráclito, la realidad está formada por fuerzas opuestas en constante tensión. "La guerra es el padre de todos...", afirmaba, y esta guerra interna genera el cambio visible. Pero más profundamente aún, descubría que los contrarios forman una unidad fundamental. El fuego, su metáfora preferida, ilustra su pensamiento: único pero siempre cambiante, siguiendo un orden.
Por su parte, Parménides de Elea defendía una postura radicalmente opuesta. Confiaba más en la razón que en los sentidos y llegó a una conclusión sorprendente: el cambio es imposible. En su poema filosófico distinguió entre la "Vía de la Verdad" (lo que la razón demuestra) y la "Vía de la Opinión" (lo que los sentidos perciben).
Según Parménides, el Ser (lo que realmente existe) debe ser indestructible, increado, eterno, inmutable, indivisible y uno. ¿Por qué? Porque si algo cambiara, tendría que convertirse en lo que no es, pero "lo que no es" (la nada) no existe. Por tanto, el cambio es imposible, una mera ilusión de los sentidos.
💡 ¿Sabías que las paradojas de Zenón, discípulo de Parménides, siguen fascinando a filósofos y matemáticos? Su famoso argumento de Aquiles y la tortuga intenta demostrar que el movimiento es imposible, anticipando problemas matemáticos sobre el infinito que solo se resolverían siglos después.
Aunque parezcan irreconciliables, estas dos visiones del mundo han influido profundamente en toda la filosofía posterior. Podríamos decir que Heráclito y Parménides plantearon un problema fundamental que la filosofía sigue intentando resolver: ¿cómo conciliar el cambio que observamos con la permanencia que necesitamos para conocer?