Las biomoléculas son los componentes químicos fundamentales de los seres vivos, divididas en biomoléculas orgánicas e inorgánicas. Esta clasificación es esencial para entender la composición y funcionamiento de las células.
Las biomoléculas inorgánicas incluyen el agua y las sales minerales, que son fundamentales para mantener el equilibrio osmótico celular. El agua es especialmente importante como solvente universal y medio donde ocurren las reacciones metabólicas. La ósmosis celular es un proceso vital donde el agua se mueve a través de membranas semipermeables, siendo crucial en la plasmólisis de células vegetales y el mantenimiento del equilibrio hídrico en células animales. El proceso de ósmosis en la célula vegetal es particularmente importante para mantener la turgencia celular.
Entre las biomoléculas orgánicas destacan los glúcidos, que cumplen tres funciones principales: energética, estructural y de reconocimiento celular. Los tipos de glúcidos incluyen monosacáridos como la glucosa, disacáridos como la sacarosa, y polisacáridos como el almidón. Los ejemplos de glúcidos en alimentos son abundantes, encontrándose en frutas, cereales y verduras. Una característica importante de los monosacáridos es la presencia del carbono anomérico o asimétrico, que les confiere propiedades específicas. Las funciones biológicas de los glúcidos son diversas, desde proporcionar energía inmediata hasta formar parte de estructuras celulares complejas. La clasificación de biomoléculas también incluye lípidos, proteínas y ácidos nucleicos, cada uno con funciones específicas en los organismos vivos. La diferencia entre biomoléculas orgánicas e inorgánicas radica principalmente en la presencia de carbono y su complejidad estructural.