La demolición del Antiguo Régimen
La Asamblea Constituyente emprendió reformas revolucionarias: abolió los privilegios señoriales, expropió bienes del clero, suprimió el diezmo y aprobó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.
La Constitución de 1791 estableció los principios del liberalismo: soberanía nacional, división de poderes, igualdad ante la ley y libertades fundamentales. Luis XVI aceptó convertirse en monarca constitucional, aunque intentó huir del país.
La Asamblea Legislativa inició la segunda fase revolucionaria con cuatro grupos políticos: desde la derecha monárquica hasta la izquierda democrática, pasando por los girondinos (república moderada) y el centro indeciso.
Cuando Austria y Prusia amenazaron intervenir, Francia les declaró la guerra. El manifiesto del duque de Brunswick, amenazando a París si tocaban al rey, provocó la insurrección del 10 de agosto de 1792: los sans-culottes (radicales populares) asaltaron el palacio, encarcelaron a la familia real y derrocaron la monarquía.
Radicalización: Los sans-culottes representaban a las clases populares y buscaban sufragio universal, control de precios y derechos laborales.