Las conquistas y el honor recuperado
El destierro marca el inicio de las hazañas más gloriosas del Cid. Con la ayuda de Martín Antolínez y sus fieles guerreros, primero consigue dinero engañando a los prestamistas Raquel y Vidas con un cofre lleno de arena. Aunque se siente mal por el engaño, necesita recursos para sobrevivir.
El Cid comienza a conquistar ciudades moriscas una tras otra: Castejón, Alcocer y finalmente Valencia, la más importante. Cada victoria la celebra enviando regalos al rey Alfonso, especialmente caballos, para demostrar su lealtad y pedir el perdón. Tras derrotar al conde de Barcelona, consigue la famosa espada Colada.
Cuando finalmente conquista Valencia, el rey decide perdonarle y permitir que su familia se reúna con él. Jimena y sus hijas Sol y Elvira viajan a Valencia, donde viven felices hasta que los infantes de Carrión piden casarse con las hijas del Cid, atraídos por sus riquezas.
Los infantes demuestran ser unos cobardes cuando se esconden durante el episodio del león y en la batalla contra los moros. Humillados, deciden vengarse llevándose a sus esposas al robledo de Corpes, donde las golpean brutalmente y las abandonan. Félez Muñoz las rescata y las devuelve a su padre.
Momento épico: El Cid no toma venganza por su cuenta, sino que pide justicia al rey, demostrando su nobleza.
El Cid reclama justicia en las Cortes de Toledo. Recupera sus espadas Colada y Tizona, y sus campeones derrotan a los infantes en duelo. Como final feliz, los príncipes de Navarra y Aragón piden la mano de Sol y Elvira. La obra termina con la muerte del Cid, quien incluso muerto lidera una última batalla montado en su caballo Babieca, aterrorizando a los enemigos moros.