Poesía lírica (1940-1970)
La poesía española de posguerra nació marcada por la tragedia. Miguel Hernández sirvió de puente entre la Generación del 27 y las nuevas voces que surgían en una España completamente transformada.
Miguel Hernández vivió una evolución poética brutal en muy pocos años. Comenzó con el barroquismo gongorino de Perito en lunas, pasó al amor apasionado de El rayo que no cesa (con la famosa "Elegía a Ramón Sijé"), se comprometió socialmente durante la Guerra Civil con Viento del pueblo, y terminó con la poesía más desgarradora en Cancionero y romancero de ausencias, escribiendo desde la cárcel poemas como "Nanas de la cebolla".
Los años 40 dividieron la poesía en tres corrientes a través de sus revistas. Escorial reunía a poetas intimistas como Luis Rosales; Garcilaso promovía una poesía esteticista afín al régimen franquista; y Espadaña apostaba por la poesía desarraigada y existencial, destacando "Hijos de la ira" de Dámaso Alonso, que mostraba la realidad con toda su angustia.
Los años 50 trajeron la poesía social, donde los versos se convirtieron en herramienta de comunicación y denuncia. Gabriel Celaya proclamaba "la poesía es un arma cargada de futuro" en Cantos iberos, mientras que Blas de Otero clamaba por la justicia en Pido la paz y la palabra. El lenguaje se hizo sencillo para llegar a más gente.
Los años 60-70 volvieron a la poesía trabajada con la Generación del 60 (Ángel González, Jaime Gil de Biedma), que usaba la ironía para explorar temas como el tiempo, el amor y la política. Finalmente, los Novísimos de los 70 rompieron con la tradición, inspirándose en el arte, el cine y la televisión internacional, con Pere Gimferrer y Guillermo Carnero como máximos representantes.
Evolución clave: Desde la poesía existencial (años 40) al compromiso social (años 50), después la reflexión personal (años 60) y finalmente la experimentación culturalista (años 70).