El triunfo de la unificación
La unificación italiana fue como una partida de ajedrez donde se combinaron dos estrategias brillantes. Víctor Manuel II de Saboya se convirtió en el gran ganador de esta compleja partida política.
Cavour jugó sus cartas de manera magistral: consiguió ayuda francesa para derrotar a los austriacos y anexionar Lombardía y los estados centrales. El precio fue alto pero valió la pena: cedió Niza y Saboya a Francia a cambio del reconocimiento del nuevo reino de Italia.
Por el sur, Giuseppe Garibaldi escribió páginas épicas de la historia. Este republicano conquistó el reino de las Dos Sicilias con un ejército pequeño pero con enorme apoyo popular, liquidando el gobierno borbónico de un golpe maestro.
El momento decisivo llegó cuando Garibaldi renunció a sus ideales republicanos y cedió sus conquistas a Víctor Manuel II, reconociéndolo como rey de Italia en 1861. La unidad se completó con la anexión del Véneto y la conquista de los Estados Pontificios, convirtiendo a Roma en la capital.
⚠️ Recuerda: La unificación no fue perfecta. Quedaron problemas como la hostilidad del papado, las diferencias entre el norte industrializado y el sur agrario, y territorios como Istria y Trento que permanecieron bajo dominio austriaco.