El Imperio Napoleónico: Grandeza y Caída
Napoleón Bonaparte transformó Francia en tres etapas distintas que marcaron el final definitivo del proceso revolucionario.
Durante el Consulado (1799-1804), Napoleón se convirtió en primer cónsul y realizó reformas fundamentales: amnistía para exiliados, Concordato con la Iglesia, creación del Banco de Francia y, sobre todo, el Código Civil que unificó las leyes francesas.
Como Emperador (1804-1814), Napoleón construyó un imperio europeo difundiendo las ideas liberales por todo el continente. Creó Estados Vasallos y Protegidos donde colocó a familiares y amigos en puestos clave, extendiendo los ideales revolucionarios.
Los Cien Días (1815) fueron el último acto: tras escapar del exilio, Napoleón retomó el poder brevemente hasta su derrota definitiva en Waterloo. Paradójicamente, había adoptado prácticas del Antiguo Régimen usando herramientas revolucionarias.
El legado napoleónico perduró mucho más que su imperio: había demostrado que los principios de libertad, igualdad y fraternidad podían transformar no solo Francia, sino toda Europa.