Cómo Acabó la Revolución Francesa
El Directorio era un gobierno débil e inestable que no conseguía pacificar Francia. Aquí es donde entra en escena Napoleón Bonaparte, un general brillante que se hizo con el poder mediante un golpe de estado en 1799.
Napoleón estableció primero el Consulado y luego se proclamó emperador en 1804. Su gobierno era autoritario y personalista, pero también muy eficaz: centralizó el estado, creó el Código Civil napoleónico (que aún influye en nuestras leyes) y organizó la administración, la justicia y la educación pública.
Lo genial de Napoleón fue que consolidó los logros revolucionarios pero con orden y estabilidad. Mantuvo la igualdad ante la ley, la propiedad privada y el estado laico, pero eliminó el caos político de los años anteriores.
Su ambición lo llevó a intentar conquistar toda Europa, extendiendo las ideas revolucionarias por el continente. Suprimió el absolutismo en los territorios ocupados e implantó regímenes constitucionales, aunque su dominación acabó generando movimientos de resistencia nacional.
La aventura imperial terminó con la catastrófica invasión de Rusia en 1812 y la derrota definitiva en Waterloo en 1815. Napoleón fue exiliado y murió en la isla de Santa Elena en 1821.
Legado duradero: Napoleón perdió militarmente, pero sus reformas legales y administrativas influyeron en Europa durante siglos.