El Sexenio Democrático: experimentos políticos
La Revolución de 1868, conocida como "La Gloriosa", marcó el inicio del Sexenio Democrático. Liderada por el almirante Topete, junto a Prim y Serrano, culminó con la derrota de las tropas isabelinas y el exilio de la reina. Esta revolución respondió a múltiples causas: una grave crisis económica y financiera, el deterioro del sistema político y el creciente malestar social.
El Gobierno provisional estableció principios democráticos como el sufragio universal masculino, la libertad de culto y enseñanza. Tras las elecciones, las Cortes Constituyentes elaboraron la Constitución de 1869, considerada una de las más democráticas de la época. Este texto establecía un amplio régimen de libertades, la soberanía nacional, la separación de poderes y una monarquía democrática y parlamentaria.
Con el trono vacante, las Cortes designaron a Serrano como regente mientras buscaban un nuevo monarca. Finalmente eligieron a Amadeo de Saboya, cuyo breve reinado (1871-1873) estuvo marcado por la inestabilidad política. El asesinato de su principal apoyo, el general Prim, y la oposición de republicanos, alfonsinos y carlistas, junto con el estallido de la tercera guerra carlista, complicaron su gobierno hasta forzar su abdicación en febrero de 1873.
Reflexión importante: El Sexenio Democrático representa un laboratorio político donde se experimentaron diversas formas de gobierno, desde la monarquía democrática hasta la república, evidenciando las dificultades de consolidar un sistema político estable en la España del siglo XIX.
El mismo día de la abdicación de Amadeo I, las Cortes proclamaron la Primera República, que atravesó cuatro presidencias en apenas once meses. Las divisiones internas entre republicanos unitarios y federales, junto con el movimiento cantonal, la guerra carlista y la oposición de los poderes fácticos, condenaron este experimento político al fracaso.