Imperialismo en Asia
El continente asiático, con sus milenarias civilizaciones, tampoco escapó al reparto colonial. Cada potencia europea estableció su zona de influencia en esta región tan codiciada.
La India se convirtió en la joya de la corona británica. Tras la sangrienta rebelión de 1857, el gobierno británico tomó el control directo del territorio. El imperio británico se extendía también hasta Australia y Nueva Zelanda, colonias pobladas por emigrantes británicos desde el siglo XVIII. Rusia expandió sus fronteras hacia Asia, ocupando territorios que generaron numerosos conflictos con los británicos.
Francia concentró su expansión en la península de Indochina, ampliando sus dominios a partir de 1860 hasta abarcar los actuales Vietnam, Camboya y Laos. Holanda consolidó su presencia en Asia ocupando la isla de Java en 1815 y posteriormente otras islas de Indonesia. Por su parte, Alemania ocupó Nueva Guinea Oriental y varios archipiélagos del Pacífico a partir de 1880.
💡 El caso del Imperio Chino fue especial: su tamaño, población y orgullo cultural impidieron una colonización completa. La sangrienta rebelión nacionalista de los boxers en 1900 demostró que China no podía ser dividida ni colonizada fácilmente.
El imperialismo no fue exclusivo de Europa. Japón se convirtió en una potencia imperialista en Asia, expandiéndose hacia Corea y China debido a su necesidad de materias primas y nuevos mercados. Estados Unidos también desarrolló su expansión imperialista, comenzando con la guerra contra México (1846-1848), la compra de Alaska y, tras la guerra contra España en 1898, el control de Cuba y Puerto Rico.