La Década Ominosa (1823-1833)
Tras la caída del régimen liberal, Fernando VII reinstauró el absolutismo en lo que se conocería como la Década Ominosa. La represión contra los liberales fue intensa, muchos fueron ejecutados o tuvieron que exiliarse en Francia o Reino Unido.
A pesar de rechazar cualquier reforma política por temor al liberalismo, la grave situación económica obligó al gobierno a colaborar con sectores moderados de la burguesía. El ministro de Hacienda López Ballesteros impulsó algunas reformas: estableció presupuestos anuales para controlar gastos, creó el Banco de San Fernando y promulgó un Código de Comercio que facilitaba los intercambios mercantiles.
Estas tímidas reformas disgustaron al sector más tradicionalista, que consideraba que el rey no era lo suficientemente firme en la restauración de las tradiciones. Grupos realistas como los Malcontents o Agraviados protestaron por la no restauración de la Inquisición y la insuficiente persecución de liberales.
En 1830, el nacimiento de Isabel, hija de Fernando VII, desencadenó un conflicto dinástico. La Ley Sálica (implantada por Felipe V) impedía reinar a las mujeres, pero Fernando promulgó la Pragmática Sanción para permitir que su hija le sucediera. Los partidarios de su hermano Carlos se opusieron, conformando el bando carlista que defendía el Antiguo Régimen.
Mientras tanto, en América, las colonias españolas aprovecharon el vacío de poder creado tras la invasión napoleónica para independizarse. La burguesía criolla, discriminada en los cargos públicos y descontenta por los altos impuestos, lideró el proceso independentista. Gran Bretaña respaldó estos movimientos para controlar el mercado americano.
⚠️ Aspecto fundamental: El conflicto carlista no era solo dinástico, sino que representaba el enfrentamiento entre dos modelos de sociedad: el tradicional absolutista frente al reformismo liberal moderado que apoyaba a Isabel II.