Transportes y Comunicaciones: La Unificación del Territorio
España llegó al siglo XIX con un sistema de transportes deplorable. Las montañas dificultaban las comunicaciones, no había ríos navegables útiles, y productos básicos como el trigo castellano no llegaban al Mediterráneo, ni el carbón asturiano a Castilla.
La Ley General de Ferrocarriles de 1855 marcó el despegue del transporte moderno. Se construyeron 5.108 km de vías conectando las principales ciudades, financiados en gran parte por capital francés y británico tras la crisis económica de 1866.
El ferrocarril revolucionó el comercio interior al abaratar y acelerar el transporte de personas y mercancías. Esto permitió la integración gradual del mercado nacional, aunque muchas regiones siguieron marginadas por falta de conexiones ferroviarias.
Dependencia exterior: La pérdida de las colonias americanas hacia 1850 obligó a reorientar el comercio exterior hacia Europa, especialmente Francia y Gran Bretaña, que absorbían más de la mitad de las exportaciones españolas.
El comercio exterior creció significativamente, pasando de exportar principalmente aceite y vino a incluir textiles catalanes y minerales. Sin embargo, España siguió siendo fundamentalmente exportadora de materias primas, sin conseguir una verdadera industrialización nacional.