La Unificación de Italia: De la División a la Nación
A principios del siglo XIX, Italia era un verdadero rompecabezas político. Imagínate un territorio dividido en múltiples pedazos: el reino de Piamonte-Cerdeña al noroeste, Austria controlando el rico norte con Milán y Venecia, los Borbones gobernando Nápoles-Sicilia al sur, y el Papa dominando los Estados Pontificios en el centro.
El arquitecto de la unificación italiana fue el Conde Cavour, primer ministro de Piamonte-Cerdeña. Su estrategia fue brillante: pactó con Francia para derrotar a Austria y recuperar el norte italiano.
Mientras tanto, el carismático revolucionario Garibaldi conquistó Nápoles y Sicilia con sus famosas "camisas rojas" y se las entregó generosamente a Piamonte. El Papa, viendo que la situación era irreversible, renunció a sus territorios y se recluyó en el Vaticano.
En 1871, Víctor Manuel II de Saboya fue coronado rey de una Italia unificada bajo una monarquía parlamentaria con capital en Roma. El sueño nacionalista italiano se había hecho realidad.
¡Increíble pero cierto! La unificación italiana se completó en apenas dos décadas gracias a la combinación perfecta de diplomacia inteligente (Cavour) y acción revolucionaria (Garibaldi).