La Década Ominosa y el Conflicto Sucesorio (1823-1833)
La Década Ominosa (1823-1833) supuso el retorno más duro del absolutismo. Fernando VII, restaurado por las tropas francesas, desató una represión feroz: Riego fue ajusticiado, se cerraron periódicos y universidades, y se devolvieron bienes al clero.
Los liberales sufrieron una persecución implacable. Muchos marcharon al exilio, mientras otros como Torrijos en Málaga (1831) o Mariana Pineda en Granada murieron por conspirar. Las continuas rebeliones liberales fueron aplastadas sistemáticamente.
El gran problema fue la pérdida definitiva de las colonias americanas (excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas), lo que arruinó la Hacienda real. Desde 1825, Fernando VII buscó apoyo en la burguesía moderada de Madrid y Barcelona, provocando la desconfianza de los absolutistas más radicales.
En 1830, el nacimiento de la infanta Isabel desató un conflicto sucesorio. La Ley Sálica impedía reinar a las mujeres, pero Fernando VII la derogó mediante la Pragmática Sanción. Los absolutistas, llamados carlistas por apoyar a don Carlos (hermano del rey), se negaron a aceptarlo.
María Cristina de Borbón comprendió que necesitaba el apoyo liberal para asegurar el trono de su hija. Cuando Fernando VII murió en 1833, Isabel fue proclamada reina con su madre como regente, mientras don Carlos se autoproclamó rey. Comenzaba la primera guerra carlista.
💡 Consecuencia final: La muerte de Fernando VII no trajo la paz, sino una nueva guerra civil que enfrentaría a absolutistas (carlistas) contra liberales (isabelinos o cristinos).