Carlos IV y la Guerra de la Independencia
El reinado de Carlos IV (1788-1808) estuvo fuertemente condicionado por la Revolución Francesa, que lo llevó a intentar frenar las ideas ilustradas cerrando las fronteras. Nombró como ministro a Godoy en 1792, quien firmó el Tratado de San Ildefonso restaurando las alianzas con Francia, a pesar de la previa reconciliación en la Paz de Basilea de 1795.
La situación se complicó con el Tratado de Fontainebleau, que permitió a las tropas francesas entrar en España con el pretexto de invadir Portugal. En 1808, en Bayona, Fernando VII se vio obligado a abdicar en favor de Napoleón, quien cedió la corona a su hermano José Bonaparte. Este hecho desencadenó el levantamiento popular del 2 de mayo en Madrid contra los franceses, iniciando así la Guerra de la Independencia.
Durante el conflicto se formaron dos bandos: los patriotas (apoyados por Portugal y Gran Bretaña y dirigidos por la Junta Central) y los afrancesados (que respaldaban al gobierno de José I). La guerra comenzó con la victoria española en la Batalla de Bailén (1808), aunque los franceses contraatacaron ganando en Somosierra. Entre 1809 y 1811, las tropas napoleónicas ocuparon casi toda la península, exceptuando Cádiz, mientras la resistencia se manifestaba en guerrillas y asedios como los de Zaragoza y Gerona.
💡 La Guerra de la Independencia se considera el primer conflicto donde la población civil española participó activamente mediante guerrillas, convirtiéndose en un temprano ejemplo de guerra de resistencia nacional.
El desenlace llegó entre 1812 y 1814, cuando Napoleón retiró tropas para su campaña en Rusia, permitiendo una contraofensiva angloespañola exitosa. Finalmente, en diciembre de 1813, el Tratado de Valençay devolvió la corona a Fernando VII. Las consecuencias fueron devastadoras: una crisis demográfica con pérdidas del 10-12% de la población, una Hacienda endeudada y graves daños en las ciudades asediadas.