La Monarquía Absoluta
Imagínate un rey que puede hacer absolutamente todo lo que quiera sin pedirle permiso a nadie. Eso era la monarquía absoluta del siglo XVIII, el sistema de gobierno más común en Europa. El rey concentraba todos los poderes del estado (ejecutivo, legislativo y judicial) y tenía un ejército y funcionarios para hacer cumplir sus órdenes.
Estos monarcas creían que su poder venía directamente de Dios, lo que les daba la excusa perfecta para estar por encima de cualquier ley. Sin embargo, no era tan fácil como parece: para algunas decisiones importantes necesitaban el visto bueno de asambleas como los Estados Generales en Francia o las Cortes en España.
La monarquía absoluta también aplicaba el mercantilismo, una teoría económica que medía la riqueza de un país por la cantidad de oro y plata que tenía. Por eso fomentaban las exportaciones y limitaban las importaciones para acumular más metales preciosos.
¡Dato curioso! Los reyes absolutos necesitaban la aprobación de grupos poderosos (nobleza, clero y alta burguesía) para ciertas decisiones importantes.