Carlos III y el despotismo ilustrado
Carlos III (1759-1788) fue el rey que mejor encarnó el despotismo ilustrado en España: "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Quería aplicar reformas ilustradas manteniendo el poder absoluto, buscando la felicidad de sus súbditos pero sin consultarles.
Sus reformas fueron ambiciosas: modernizó Madrid construyendo palacios y mejorando la higiene urbana, creó Reales Academias y jardines botánicos, intentó modificar la estructura de la propiedad de la tierra, construyó la red radial de carreteras desde Madrid, liberalizó el comercio con América y creó el Banco Nacional de San Carlos para financiar la deuda del Estado.
También aplicó políticas regalistas para controlar la Iglesia, limitó el poder de la Inquisición y expulsó a los jesuitas en 1767. Además, declaró "honestas" las profesiones manuales para fomentar el trabajo y la industria.
Momento clave: El motín de Esquilache (1766) mostró los límites del reformismo ilustrado.
El motín de Esquilache estalló cuando el ministro italiano quiso prohibir la capa larga y el sombrero de ala ancha tradicionales españoles. Pero las causas reales fueron más profundas: la liberalización del precio del trigo había encarecido la vida, y el pueblo estaba harto de ministros extranjeros. El rey tuvo que ceder, destituyó a Esquilache y posteriormente expulsó a los jesuitas, a quienes culpó del motín.
Las reformas ilustradas tuvieron limitaciones por falta de recursos, resistencia de los privilegiados y oposición popular. Aun así, sentaron las bases de la España moderna.