Carlos III: El Rey Ilustrado por Excelencia
Cuando Carlos III subió al trono en 1759, España encontró a su monarca más reformista del siglo XVIII. Este rey, que ya había gobernado Nápoles, tenía las ideas muy claras: quería aplicar el Despotismo Ilustrado para modernizar el país desde arriba, aunque esto significara enfrentarse a los privilegiados.
Una de sus decisiones más polémicas fue la expulsión de los jesuitas en 1766. Como controlaban la educación, Carlos III los veía como un obstáculo para sus reformas ilustradas. Confió en ministros de la baja nobleza como Campomanes y Floridablanca, que pusieron en marcha un ambicioso programa de cambios.
Las reformas económicas fueron especialmente importantes. Se limitaron los privilegios de la Mesta para dedicar más tierras al cultivo, se colonizaron nuevas zonas en Sierra Morena, y se liberalizó progresivamente el comercio interior y colonial. Además, se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País para fomentar la agricultura, el comercio y la industria.
En el ámbito social, el decreto de 1783 fue revolucionario: declaró honestas todas las profesiones, rompiendo con la mentalidad tradicional que despreciaba el trabajo manual y el comercio.
Dato clave: Carlos III aplicó el lema "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo", característico del Despotismo Ilustrado.