La Unión Dinástica de los Reyes Católicos
¿Te imaginas casarte y que tu boda cambie la historia de Europa? Eso es exactamente lo que pasó cuando Isabel I de Castilla se casó con Fernando II de Aragón. Esta unión dinástica unió dos coronas poderosas, pero manteniendo cada una sus propias leyes e instituciones.
Lo curioso es que Isabel y Fernando nunca se plantearon crear un estado completamente unificado. Cada reino siguió funcionando por separado, con sus propias normas y tradiciones. De hecho, nunca se llamaron "Reyes de España", sino que usaban los títulos de todos sus reinos por separado.
Durante su reinado, expandieron significativamente sus territorios. Castilla conquistó Granada en 1492 (el mismo año del descubrimiento de América) y completó la conquista de las Canarias. Fernando incorporó Navarra en 1512 y recuperó los condados catalanes de Rosellón y Cerdaña que Francia había ocupado.
Dato clave: A la muerte de Isabel, las coronas se separaron temporalmente, demostrando que la unión dependía más del matrimonio que de una verdadera integración política.
Carlos I: El Emperador con Demasiados Frentes
Carlos I heredó el imperio más extenso de su época gracias a una combinación de herencias increíble. De los Reyes Católicos recibió Castilla y Aragón (con todas sus posesiones); de su abuela María de Borgoña, los Países Bajos; y de su abuelo Maximiliano, Austria y la corona del Sacro Imperio Romano Germánico.
Este inmenso poder convirtió a Carlos V en el defensor de la cristiandad, pero también le creó enemigos por todas partes. Tuvo que enfrentarse simultáneamente a Francia, los príncipes alemanes protestantes, el Papa y el Imperio turco. Era como jugar al ajedrez en cuatro tableros a la vez.
Su reinado se divide en dos etapas claras. Primero tuvo grandes éxitos militares como la victoria de Pavía y el saqueo de Roma. Pero después, la formación de una alianza anti-Habsburgo le complicó todo, y aunque ganó batallas importantes como Mühlberg, acabó agotado por tantos conflictos.