La Conquista: Dos Fases Clave
La conquista romana de la Península no fue cosa de un día, sino que se extendió durante siete siglos divididos en dos fases muy diferentes. Todo empezó en el 218 a.C. cuando los romanos desembarcaron en Ampurias para enfrentarse a Aníbal, el famoso general cartaginés.
La primera fase terminó con la épica toma de Numancia en el 133 a.C., donde los celtíberos resistieron heroicamente hasta el final. Sin embargo, los pueblos del norte no se rindieron tan fácilmente. Los cántabros y astures plantaron cara durante décadas más.
No fue hasta el 19 a.C. cuando César Augusto logró someter definitivamente a estos pueblos del norte, completando así la conquista. La romanización significaba adoptar el estilo de vida romano: sus costumbres, su mentalidad y su forma de organizar la sociedad.
Dato curioso: El sur y la costa mediterránea se romanizaron mucho más rápido porque ya tenían ciudades desarrolladas, mientras que en el norte el proceso fue más lento y complicado.
Organización: Dividir para Gobernar
Roma sabía perfectamente cómo gestionar sus conquistas, y Hispania no fue una excepción. Augusto organizó el territorio en provincias con dos modelos bien diferenciados según sus necesidades.
Las provincias senatoriales como la Bética eran las zonas más pacíficas, donde ya no hacían falta legiones permanentes. Por el contrario, las provincias imperiales como la Tarraconense necesitaban presencia militar constante porque eran territorios más conflictivos.
Las ciudades también se clasificaban según su estatus: las libres no pagaban impuestos, las colonias eran de nueva creación (como Mérida), y las estipendiarias tenían que pagar tributos a Roma. Esta organización permitía un control efectivo de todo el territorio.
Recuerda: Más adelante se crearon nuevas provincias como Gallaecia, Baleárica y Cartaginense para mejorar la administración del territorio.