Pueblos Prerromanos y Colonizadores
En el primer milenio a.C., la Península Ibérica era un mosaico de pueblos muy diversos. Tartessos, el reino legendario del suroeste, basaba su prosperidad en la minería (cobre, plata, oro) y el comercio con los fenicios entre los siglos IX-VII a.C.
Los íberos ocupaban la costa mediterránea y el valle del Ebro. Tenían tribus independientes pero compartían lengua, escritura y moneda. Su sociedad estaba muy estratificada, normalmente gobernada por monarquías. Sus obras de arte, como la Dama de Elche y la de Baza, son impresionantes ejemplos de escultura.
Los celtas y celtíberos llegaron por los Pirineos en oleadas sucesivas y se asentaron en el centro y oeste de la Meseta. Dominaban la metalurgia del hierro, vivían en poblados amurallados (castros) y se organizaban en clanes dirigidos por aristocracias guerreras.
Los pueblos colonizadores llegaron atraídos por las riquezas peninsulares. Los fenicios fundaron Gadir (Cádiz) en el siglo IX y trajeron innovaciones cruciales: metalurgia del hierro, torno cerámico, vid, olivo, urbanismo y escritura. Los griegos se establecieron en el norte del Mediterráneo (Rosas, Ampurias) e influyeron enormemente en los íberos costeros.
Dato importante: Los cartagineses llegaron con fines militares más que comerciales, fundando Cartago Nova (Cartagena). Su derrota frente a Roma en las Guerras Púnicas abrió las puertas a la romanización.