El Fracaso del Sueño Imperial de Carlos I
Carlos I tenía una visión medieval de Europa: una monarquía universal cristiana dirigida por el emperador (poder terrenal) y el Papa (poder espiritual). Este sueño chocó brutalmente con la realidad política de su tiempo.
Francia fue su enemigo más persistente. Francisco I promovió hasta siete guerras contra Carlos, aliándose con turcos, protestantes alemanes y hasta con el Papa. Todas terminaron con victoria española, incluyendo la espectacular batalla de Pavía (1525) donde el propio rey francés fue capturado.
El Imperio Turco avanzaba imparable por Europa Central y el Mediterráneo. Carlos detuvo a los musulmanes a las puertas de Viena cuando ya estaban a punto de tomarla, pero en el Mediterráneo los turcos, aliados con corsarios berberiscos y Francia, siguieron siendo una amenaza constante. Aunque conquistó Túnez, no fue suficiente.
El protestantismo alemán se convirtió en su mayor dolor de cabeza. Lo que empezó como una disputa religiosa de Lutero contra el Papa se transformó en rebelión política. Los príncipes protestantes se agruparon en la Liga de Esmalcalda. Carlos los aplastó en la batalla de Mühlberg (1547), pero se recuperaron con ayuda francesa.
Agotado y derrotado, en 1556 Carlos abdicó. Dividió su herencia: su hermano Fernando recibió Alemania y el título imperial; su hijo Felipe heredó España, América, Italia y los Países Bajos. Se retiró al monasterio de Yuste, donde murió en 1558.
El precio del fracaso: La Paz de Augsburgo (1555) reconoció el derecho de cada príncipe alemán a imponer su religión, rompiendo para siempre el sueño de la cristiandad unificada.