El califato, las taifas y el fin de Al-Andalus
El momento de máximo esplendor llegó con el califato de Córdoba. Abd-al Rahman III se proclamó califa para mostrar la total independencia de Al-Andalus, centralizando tanto el poder político como el religioso. Su hijo continuó este esplendor, pero cuando Hisham II quedó incapacitado para reinar, Almanzor mantuvo el orden hasta su muerte.
Tras el caos que siguió, Al-Andalus se fragmentó en los reinos de taifas. Estos pequeños reinos luchaban entre sí y eran tan débiles que tuvieron que pedir ayuda tanto a los reinos cristianos como a los almorávides del norte de África.
La ironía es brutal: los almorávides vinieron a ayudar pero acabaron conquistando las taifas. Después vinieron las segundas taifas, luego las terceras, y los cristianos fueron ganando terreno hasta que solo quedó Granada bajo dominio musulmán.
Final de una era: En 1492, los Reyes Católicos conquistaron Granada, poniendo fin a ocho siglos de presencia musulmana en la península.
El legado de Al-Andalus sigue presente hoy en nuestra cultura, arquitectura y tradiciones. Su organización política autocrática y su sociedad heterogénea marcaron para siempre la historia de España.