La evolución administrativa y territorial de Al-Andalus fue un periodo fundamental que transformó la península ibérica durante más de ocho siglos. Este complejo proceso de organización política en la historia de España comenzó con la llegada de los musulmanes en el año 711 y se extendió hasta 1492, dejando una profunda huella en la configuración territorial, cultural y social del territorio.
Durante este periodo, Al-Andalus experimentó diferentes etapas administrativas, comenzando como una provincia dependiente del califato Omeya de Damasco, pasando luego a ser un emirato independiente y posteriormente un califato. La organización territorial se basaba en coras (provincias) administradas por valíes, y estas a su vez se dividían en distritos más pequeños llamados iqlim. Esta estructura administrativa permitió un control efectivo del territorio y facilitó el desarrollo de una sociedad multicultural donde convivían musulmanes, cristianos y judíos. El impacto de las invasiones en la diversidad territorial española se manifestó en la creación de nuevas ciudades, sistemas de regadío, y una red de comunicaciones que conectaba los principales centros urbanos.
La fragmentación del califato en los reinos de taifas en el siglo XI marcó el inicio de una nueva etapa caracterizada por la división política y territorial. Esta fragmentación, junto con el avance de los reinos cristianos desde el norte, fue modificando gradualmente las fronteras y la organización del territorio. Las sucesivas invasiones de almorávides y almohades intentaron mantener la unidad de Al-Andalus, pero finalmente el territorio se fue reduciendo hasta quedar limitado al reino nazarí de Granada. Este largo proceso histórico dejó como legado una rica diversidad cultural, arquitectónica y lingüística que persiste hasta la actualidad en muchas regiones de España, configurando así gran parte de la identidad territorial y cultural del país.