Las Revoluciones de 1820-1848: El Triunfo del Liberalismo
El sistema de la Restauración estaba condenado al fracaso. Las revoluciones de 1820 demostraron que el absolutismo ya no podía contener las aspiraciones liberales y nacionales de los pueblos europeos.
Grecia logró su independencia del Imperio Turco, mientras que en Francia la revolución de 1830 derrocó a Carlos X e instauró una monarquía constitucional. Bélgica se independizó de Holanda, consolidando el triunfo del liberalismo moderado en Europa occidental.
Las revoluciones de 1848, conocidas como la Primavera de los Pueblos, fueron aún más ambiciosas. La clase obrera se sumó a las demandas burguesas, exigiendo reformas sociales además de políticas.
En Francia, la Segunda República intentó reformas avanzadas antes de que la reacción burguesa las frenara. Luis Napoleón aprovechó el caos para proclamarse emperador como Napoleón III.
El resultado final: Aunque muchas revoluciones fracasaron a corto plazo, obligaron a reformas y acabaron definitivamente con el absolutismo europeo.
En el Imperio Austriaco, la Primavera de los Pueblos buscó la igualdad entre nacionalidades. Aunque fue sofocada, demostró que el futuro pertenecía a los estados-nación, no a los imperios multinacionales.