La Europa de las naciones
Tras derrotar a Napoleón, las potencias europeas se reunieron en el Congreso de Viena (1814-1815) para reorganizar Europa. Su objetivo era restaurar el orden anterior a la Revolución Francesa y evitar nuevos movimientos revolucionarios.
Aplicaron tres principios: el legitimismo (devolver el trono a los monarcas hereditarios), el equilibrio entre potencias y la intervención en otros países si había desorden. Crearon dos alianzas para vigilar: la Santa Alianza y la Cuádruple Alianza.
Mientras tanto, surgía una nueva fuerza: el nacionalismo. Esta ideología defiende que los pueblos con lazos culturales, lingüísticos y históricos comunes tienen derecho a formar su propia nación.
¡Importante! Hay dos tipos: el nacionalismo unificador (unir territorios separados) y el disgregador (independizarse para formar un estado propio).
Las revoluciones del siglo XIX (1820, 1830 y 1848) estuvieron inspiradas por el nacionalismo y el liberalismo. La de 1848 se llamó "Primavera de los pueblos" porque afectó a toda Europa.
El Romanticismo cultural también impulsó estos movimientos, exaltando la libertad, los sentimientos y el carácter individual de cada pueblo frente al racionalismo ilustrado.